Mil años en un mes

Por Mauro Becerra

Especialista en Comunicación Política

Director de TRENCH Comunicación

El pasado 19 de noviembre argentina se sorprendía ante la novedad de la victoria de Javier Milei, en el balotaje que definió quién sería el próximo presidente de Argentina. La figura del electo presidente argentino, posee varios aspectos poco comunes o singulares que lo alejan de la imagen de un político tradicional. Para decirlo claramente: Milei es un outsider. Y, como tal, su perfil disruptivo modificó por completo el mapa político argentino.

Nuestro se caracterizó por siempre presentar una oferta electoral bipartita. El peronismo, por un lado, y la oposición -en estos últimos ocho años aglutinada en una alianza conformada por la Unión Cívica Radical, el PRO, Coalición Cívica ARI y Encuentro Republicano Federal-, por el otro. Entre esos dos sectores políticos se dirimió el poder desde el retorno a la democracia, en 1983, hasta la victoria de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, en 2019.

Con la reciente victoria de “La Libertad Avanza” (LLA), el partido libertario de Milei, esa disputa se partió en tres, relegando a la otrora oposición a un porcentaje magro de votos. Y mucho tuvo que ver el discurso de cada candidato en este nuevo paisaje de ideologías que tocan los extremos. Una de las claves del triunfo de LLA fue la conexión con una parte de la sociedad que exigía una “revolución”, en el sentido de borrar de plano el status quo. Con esa premisa, el mensaje apuntó directamente a la emoción del votante. Milei les habló de la tristeza, el hartazgo de tener una “casta” rica y un pueblo pobre, y de esta forma encauzó el enojo de la gente con las dos principales fuerzas: el kirchnerismo y Juntos por el Cambio. Además, a este último le birló su big asset: el concepto de “cambio”.

En ese camino al que hacemos referencia, no fue todo tan lineal. Si bien logró una primaria potente, siendo el más votado, las fuerzas políticas de sus dos mencionados contrincantes se ubicaron apenas un punto porcentual debajo. En la votación General, el oficialismo mostró su poderío territorial y, a fuerza de liderazgos locales, logró poner a Sergio Massa (ministro de Economía y candidato a presidente) como el más votado y con una diferencia considerable. Sin embargo, en el balotaje Milei se impuso por 11 puntos porcentuales.

¿Cómo lo hizo? Aquí aparece la impronta del ex presidente (2015-2019) Mauricio Macri, quien jugó fuerte por el candidato liberatario, acompañado por el ala dura del PRO. Eso le permitió a un espacio nuevo, que tenía pocos cuadros de experiencia y falta de estructura, fortalecer la propuesta y cuidar el voto.

Durante la campaña, la prensa internacional comparó a Milei, por su característica de outsider, con los ex mandatarios Donald Trump y Jair Bolsonaro, de Estados Unidos y Brasil, respectivamente. No obstante, es menester marcar dos diferencias importantes.

La carrera política del argentino comenzó en 2018. Hasta ese entonces, sus apariciones como panelista económico de un programa de televisión no pasaban desapercibidas a causa de sus ideas y su forma de expresarlas. Bolsonaro, en cambio, ingresó en la vida pública en 1988 como concejal de la ciudad de Río de Janeiro por el Partido Demócrata Cristiano.

Por su parte, Trump llegó a la presidencia estadounidense sostenido por el Partido Republicano. Milei lo hizo con una coalición fundada en julio de 2021 por grupos liberales ignotos para gran parte del electorado argentino.

UNA NUEVA ETAPA

Su gabinete, anunciado en los últimos días, tiene una semejanza con el del anterior presidente (1989-1998) Carlos Saúl Menem. Su ministro del Interior, el peronista Guillermo Francos, se desempeñó en diversos cargos desde 1974 hasta el 2000. Y trabajó, además de con el propio Menem, con Domingo Cavallo, Daniel Scioli y hasta con el mandatario saliente Alberto Fernández, todos ellos ligados estrechamente al menemismo. Lo mismo puede decirse de su ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, quien también tuvo un paso importante por la televisión.

Francos, hasta el momento, se mostró como el armador político más influyente dentro del equipo de Milei. Con todo, la mano derecha del flamante presidente es su jefe de Gabinete, Nicolás Posse. Se trata de un ingeniero que trabajó siempre en el ámbito privado y que se transformó en “el hombre de confianza”. Diana Mondino, que tiene a cargo el Ministerio de Relaciones Exteriores, es otra economista con presencia en la pantalla y un discurso muy alineado con su “jefe” político, tanto en tono como en contenido.

En tanto, la fórmula de Juntos por el Cambio se hizo cargo de dos carteras importantes: Seguridad y Defensa. Se trata de Patricia Bullrich y Luis Petri, respectivamente, quienes fueron en la lista 132 como candidatos a Presidente y Vice en las elecciones pasadas.

Para el Ministerio de Economía, Milei pensó en Luis Caputo, quien fue ministro de Finanzas y titular del Banco Central durante la gestión de Cambiemos (2015-2019). Su mensaje para referirse a la precaria economía argentina fue directo: “creemos que habrá una hoja de ruta ordenada y no disruptiva para la dinámica del mercado, y descartamos un escenario de dolarización a cualquier precio”.

Milei se armó de manera pragmática, convocando jugadores de distintas escuadras en post de fortalecer sus magros números en intendentes municipales, gobernadores, diputados y senadores. Lo cierto es que, enfrente, el nuevo gobierno tiene una oposición muy decidida y con fuerte presencia en la calle. Agrupaciones de izquierda y sindicatos, que se mantuvieron en silencio estos últimos cuatro años, ya anunciaron paros.

Ha pasado un mes desde esta victoria y poco más de una semana desde que asumió y Argentina sigue convulsionada: el gobierno no solo anunció que “no hay plata”, cortó la obra pública y la pauta en medios de comunicación, sino que también devaluó el dólar oficial un 118%. Milei acelera con reformas profundas, tratando de hacer cirugía profunda ni bien comienza, para tener tiempo de recuperación para el final de su mandato. Para quienes lo votaron, lo desconocido brindaba más esperanza que una realidad con casi 200 por ciento de inflación interanual y una pobreza superior al 50 por ciento. Pero el golpe a su economía es fuerte y aún no comprenden del todo el efecto en sus bolsillos.

Prima entonces, para 2024, la incertidumbre del porvenir.